miércoles, 12 de octubre de 2016

12 DE OCTUBRE .... IOM KIPUR ....por RITA AMODEI

Iom Kipur: El día para hablar con Dios Lo que tenemos que hacer en Iom Kipur es disculparnos, no arrepentirnos. +++++++++
Pero eso es sólo una parte de ello. El arrepentimiento no sólo implica introspección y crecimiento, implica también reparar. Significa enfrentar a quien has defraudado (y esto incluye también a Dios) para pedirle perdón y enmendar la relación. Maimónides describe la obligación de confesar de la siguiente manera: “[La persona debe decir] ‘por favor, Dios, he pecado, transgredido, y me rebelé ante Ti haciendo tal y cual cosa…’” (Leyes de arrepentimiento 1:1). Tienes que erguirte y hablar con Dios, así como con todas las personas que hayas defraudado. Debes retornar a Él y pedirle perdón. Arreglarás tu futuro también, pero primero tienes que arreglar tu pasado. Lo que hacemos en Iom Kipur no es arrepentirnos, sino disculparnos. En la sinagoga recitamos la confesión (vidui) diez veces durante el día. Nos paramos ante Dios y decimos: “Lo siento, esto es lo que he hecho…”. Por supuesto, disculparnos sin intentar mejorar a futuro no sirve de mucho, pero debemos comenzar pidiendo disculpas, parados frente a Dios. El arrepentimiento es sólo la demostración de que tu disculpa fue sincera. Al comienzo de sus Leyes de arrepentimiento, Maimónides escribe: Todos los mandamientos de la Torá —tanto los positivos como los negativos—, si una persona transgrede uno de ellos, consciente o inconscientemente, cuando se arrepiente y desea enmendar su pecado, está obligada a confesarse ante Dios, bendito sea Él. La esencia de Iom Kipur no son las resoluciones personales ni la introspección, sino hablar con Dios. En una obra supuestamente sobre arrepentimiento, ¡Maimónides no menciona en ningún lugar el arrepentimiento en sí! Prácticamente lo pasa por alto, enfocándose por completo en nuestra obligación de confesar. De nuevo, la razón es que la esencia de Iom Kipur no son las resoluciones personales ni la introspección, sino pararse y hablar con nuestro Creador. Debemos decirle a Dios quiénes somos, en dónde estamos en la vida y las cosas que necesitamos mejorar. Y, naturalmente, debemos efectivamente mejorar, asumiendo que nuestras palabras son sinceras

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